1.  Un recuerdo constante de la importancia de la doctrina sana, y un deseo de escudriñar la Palabra para estar seguros de que estamos siguiendo lo que dice la Biblia, y no las palabras de los hombres.

2.  Un recuerdo constante de la importancia de la comunión de los santos, incluyendo los tiempos de oración con ellos, aprovechando el tiempo de los domingos para edificar y recibir la edificación, así como durante el resto de la semana cuando sea posible.

3.  Un sacrificio de las cosas que tenemos cuando un hermano en Cristo tiene necesidad, especialmente de una manera financiera, recordando que todo lo que tenemos realmente pertenece a Dios.

4.  Un cuidado de nuestro testimonio ante el resto del cuerpo de Cristo así como ante el mundo, demostrando cuánto disfrutamos la comunión con nuestro Dios y con otros creyentes.

5.  Una responsabilidad de compartir las buenas nuevas del evangelio siempre y cuando Dios nos dé la oportunidad.

6.  Un deseo de que Dios nos bendiga con la bendición del crecimiento numérico, para que podamos dar más gloria a Él, pero también sin olvidar la necesidad más grande de pedirle a Él por el crecimiento espiritual en nuestras propias vidas, a través del proceso de la santificación que es la obra del Espíritu.

En todo lo que hacemos en esta iglesia, nuestro deseo fuerte debería ser de dar la gloria a Dios ante todo, y ser un ejemplo de una iglesia que es buena y sana solamente debido a la obra del Espíritu Santo en nosotros.