DEL LIBRO ALBEDRÍO
9.1– Dios ha dotado a la voluntad de aquella libertad natural, que no es forzada ni, por ninguna necesidad absoluta de la naturaleza, determinada al bien o al mal.1
|
9.2– El hombre, en su estado de inocencia, tenía la libertad y el poder para determinar y hacer aquello que es bueno y agradable a Dios,2 pero mutablemente, de manera que podía caer de ese estado.3
|
9.3– El hombre, por su caída a un estado de pecado, ha perdido totalmente toda habilidad de la voluntad para ningún bien espiritual que acompañe a la salvación;4 por tanto, un hombre natural, estando totalmente opuesto a ese bien,5 y muerto en pecado,6 no es capaz, por su propia fuerza, de convertirse por sí mismo, o de prepararse para la conversión.7
|
9.4– Cuando Dios convierte a un pecador y lo traslada al estado de gracia, Él lo libera de su esclavitud natural bajo el pecado;8 y, por su sola gracia, lo capacita libremente para querer y obrar lo que es espiritualmente bueno;9 con todo, por razón de su corrupción que permanece, él no hace perfectamente, ni desea sólo, lo que es bueno, sino que también desea lo que es malo.10
|
9.5– La voluntad del hombre es hecha perfecta e inmutablemente libre para hacer sólo lo bueno, únicamente en el estado de gloria.11
|